Uruguay: primer Ecoescuela de Latinoamérica

Se construyó en un mes y medio y se usó un 60 por ciento de materiales reciclados: 2.000 neumáticos, 5.000 botellas de vidrio, 2.000 metros cuadrados de cartón y 8.000 latas de aluminio.
Se construyó con la técnica de las casas Earthship, creada por el arquitecto estadounidense Michael Reynolds El sueño se ha convertido en realidad: Uruguay ya tiene la primera escuela sustentable. Comenzó a funcionar a principios de abril y está ubicada en el balneario de Jaureguiberry (Canelones). , que sólo usa materiales reutilizados como neumáticos y botellas de vidrio. La construcción de la ecoescuela demandó sólo un mes y medio

y se usó un 60 por ciento de materiales reciclados: 2.000 neumáticos, 5.000 botellas de vidrio, 2.000 metros cuadrados de cartón y 8.000 latas de aluminio, la mayoría recolectadas por los vecinos, que participaron activamente en el proyecto. También contó con la colaboración de un grupo de alrededor de 200 personas de diversas edades y de más de 30 países de origen.

El establecimiento educativo tiene 270 metros cuadrados y recibe energía mediante paneles fotovoltaicos y molinos de viento. Entre las ventajas de este modelo constructivo se destacan la posibilidad de generar energía eléctrica, calefacción, agua corriente y alimentos orgánicos. A la escuela concurren alrededor de 45 niños, quienes reciben una formación educativa basada en el cuidado del medio ambiente e incluye la reutilización de desechos y el uso inteligente de los recursos naturales.El proyecto se gestó hace cinco años a partir del interés de un grupo de amigos que querían cambiar el actual paradigma sociocultural y admiraban profundamente a Michael Reynolds, “el guerrero de la basura” y creador del la escuela internacional Earthship Biotecture Academy, un centro de aprendizaje y producción que hace más de 40 años se dedica a la investigación de métodos alternativos de construcción.Martín Espósito, que integra la ong TAGMA y estuvo a cargo de la coordinación general del proyecto, recuerda que “la idea era tan grande como planificar un viaje a la Luna. Siempre fuimos un grupo de amigos que no sabíamos nada de construcción. Decidimos contactar a Reynolds y se intereó por el proyecto”. El compromiso fue tal que el prestigioso arquitecto viajó a Uruguay para ultimar los detalles finales.