Caja de Ingeniería: cuando la capacitación se convierte en empatía y compromiso social

En el cierre de un año atravesado por desafíos, transformaciones y aprendizajes, la Caja de Ingeniería de la ciudad de Santa Fe fue escenario de una iniciativa que trasciende lo institucional y se instala de lleno en el plano humano: la formación y certificación de auxiliares en cuidado gerontológico, realizada en articulación con el municipio.

Lejos de asociarse únicamente al ámbito previsional o administrativo, la Caja reafirma con esta acción su rol activo en la comunidad, apostando a la capacitación, la profesionalización y el acompañamiento de quienes cuidan a uno de los sectores más sensibles de la sociedad: las personas mayores.

Un espacio para formar, contener y acompañar

Durante todo el año, la sede de la Caja fue el punto de encuentro de cuidadoras y cuidadores que, mes a mes, participaron de una capacitación integral, con jornadas intensivas y contenidos específicos orientados al universo de las vejeces.

Los encuentros abordaron temáticas fundamentales como:

  • Demencias y patologías frecuentes en la adultez mayor
  • Sexualidad en las vejeces
  • Cuidado integral de la persona
  • Aspectos emocionales, vinculares y éticos
  • Registro profesional del trabajo de cuidado
  • Límites y responsabilidades del rol del cuidador

Lejos de ser un curso aislado, la propuesta fue pensada como un proceso sostenido de formación, exigente y continuo, que demandó compromiso, esfuerzo y vocación de quienes participaron.

Profesionalizar el cuidado: un mensaje para las familias

Uno de los ejes centrales del programa fue poner en valor el trabajo del cuidado como una tarea profesional. Desde la organización se remarcó la importancia de diferenciar claramente el rol del auxiliar gerontológico del servicio doméstico, estableciendo condiciones laborales claras y un reconocimiento acorde a la formación recibida.

Este mensaje también estuvo dirigido a las familias, invitándolas a comprender que el cuidado de un adulto mayor requiere conocimientos específicos, responsabilidad y empatía, y que contratar personal capacitado es una inversión directa en calidad de vida.

La emoción de cerrar un año de aprendizaje

El acto de entrega de certificados fue, sin dudas, uno de los momentos más emotivos. Las sonrisas, los aplausos y la emoción reflejaron no solo la culminación de un trayecto formativo, sino también el orgullo de haber transitado un camino de crecimiento personal y profesional.

Muchas de las personas que participaron son adultas, con experiencias previas, que encontraron en esta capacitación una oportunidad para mejorar sus herramientas, fortalecer su vocación y revalorizar su trabajo.

Cuidar también es empatía

Durante la jornada se destacó un aspecto clave: el cuidado no es solo técnico, sino profundamente humano. La presencia, la escucha, la paciencia y el acompañamiento emocional son valores irremplazables, imposibles de sustituir por la tecnología o la inteligencia artificial.

En un contexto de envejecimiento poblacional creciente, este tipo de iniciativas se vuelven cada vez más necesarias, reafirmando que cuidar bien también es una forma de construir comunidad.

Mirar al futuro con responsabilidad

La Caja de Ingeniería deja en claro que su compromiso va más allá de su función tradicional. Apostar a la formación, al cuidado y a la empatía es también invertir en el futuro de la ciudad, entendiendo que todos, tarde o temprano, formaremos parte de ese universo que hoy necesita ser cuidado.

Porque hablar de ingeniería también es hablar de planificar, construir y sostener, y en este caso, sostener vínculos, dignidad y calidad de vida.